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Textos para festejar el cumpleaños de Victoria Ocampo
Renata Adriana Bruschi
Grosseto, Italia, 30 de marzo del 2020
Victoria Ocampo y la cultura italiana un recuerdo en ocasión del aniversario del nacimiento 7 de abril del 2020
La personalidad inquieta y la mentalidad abierta de Victoria Ocampo, unidas a una gran sensibilidad y discreción, fueron los motivos que la llevaron a acercarse también a la literatura, teatro, arte y música italianas. El tema, poco tratado hasta el momento, permite completar el panorama de las fuentes culturales de las que se alimentó durante toda su vida. Cuanto más se investiga, más pistas interesantes aparecen en el horizonte y creo que componer el cuadro completo de esa relación requiere que el tiempo conceda la posibilidad de acceder a algunos epistolarios reservados. Esas cartas podrían ofrecer detalles interesantes sobre los contactos personales y las experiencias de viaje en Italia. Sin embargo, los datos pueden que obtenerse de los artículos aparecidos en la revista “Sur” y en especial de las páginas de sus memorias permiten reconstruir las etapas principales de ese diálogo largo e intenso.
Italia ocupa un lugar especial en el corazón de Victoria, es evidente. A lo largo de los años esa relación fue modificándose. ”De niña me han enseñado cosas que han variado tan considerablemente (…) y yo sola he tenido que restablecer el equilibrio, un equilibrio moral y espiritual comprometido.” explica Victoria en el segundo volumen de su Autobiografía. En sus primeras visitas a Italia, antes de la primera guerra mundial, Victoria conoció el ambiente cosmopolita de Roma. En ese ambiente social aristocrático, cuyos pasatiempos eran los conciertos, los bailes, las muestras de arte y las conversaciones literarias, la bella y joven argentina no pasaba desapercibida. Su pasión por la Comedia de Dante, que había estudiado en la Sorbonne cuando cursó como oyente los seminarios de Henri Hauvette, sorprendía a los italianos.
Victoria volvió a Italia en los años treinta. Un momento muy intenso está relacionado con su participación al Maggio Fiorentino, cuando Igor Strawinsky quizo que ella interpretara los recitados en la Perséfone. En esa oportunidad, Victoria sintió la dicha de realizar un sueño y probablemente pudo también tomar conciencia de la dolorosa renuncia, impuesta por dictámenes familiares. “Era la primera vez que afrontaba, en una enorme sala, un publico internacional: el de los grandes festivales. Tenía las manos heladas y la garganta seca (...) en cuanto empecé a flotar en las grandes olas de la música, no me importó ni del publico ni del mismo Strawinsky (...) cuando llegamos a la ultima página .. sentí que acababa de vivir una hora como fuera del mundo” fue su balance personal de esa magnífica experiencia, precedida pocos años antes por una velada en el Colón donde pudo recitar el texto de Strawinsky frente al público argentino.
Creo que estos dos episodios permiten intuir que el ambiente italiano fue provechoso para ella. El panorama deberá completarse con referencias al cine de De Sica y Visconti, con los encuentros con algunas personalidades de la cultura italiana, Leo Ferrero, Maria Montessori, Guido Piovene, Elio Vittorini entre los varios italianos apreciados por ella, y sobre todo con el magnifico numero 225 de “Sur” que lleva por título Letras italianas.
¿Queda un recuerdo de Victoria Ocampo en Italia? Pienso que sí. Personalmente tengo el agrado de dialogar con dos personas que mantienen un grato recuerdo, el embajador Bernardino Osio y Pablo Rossi Doria. El primero la conoció en los primeros años de su carrera diplomática entre 1965 y 1968 y nuevamente estaba en Buenos Aires el año en que ella falleció, en 1979 . El hijo de Attilio Rossi, en cambio, heredó del padre la admiración por los logros de Victoria Ocampo como editora y promotora cultura. Cuando tuve el honor de dictar una conferencia en Roma, en marzo del 2019, sobre el rol de Victoria Ocampo como mediadora entre la cultura italiana y argentina, pude comprobar que su personalidad, sus obras y sus realizaciones siguen entusiasmando los italianos.
Nora Cristina Cerviño
Lomas de Zamora, 31 de marzo de 2020
Homenajear su cumpleaños. Cómo hacerlo sin recordar su casa. Esa casa en la que me sentí plena, alegre, tranquila, maravillada. Toda ella es Victoria: sencilla, ambiciosa, segura de sí misma, hospitalaria. A donde la música, la poesía, el arte y la amistad se mezclan con el verde el mimbre y la madera. Rodeada de galerías, escaleras, balcones y jardines. Toda ella perfumada de tilos, coloreada de hortensias, agapantos y jazmines. Sin duda alguna pasaron por allí grandes personas, largas noches, infinidad de historias. Es como si la casa hablara y nos contara quién fue y cómo fue Victoria. Me hubiera encantado compartir alguna de ellas, ser tan libre y soberana. Tal vez por eso para mí Villa Victoria tiene encanto… Gracias a Luisa López Porta festejé hace un año atrás su cumpleaños con un elegante té y exquisita torta. Sé que desde algún rincón ella lo disfrutó tanto como nosotras y nosotros. Con sus típicos anteojos, pañuelo, pantalones y quizás en mangas de camisa. Este año será diferente, pero seguro su espíritu sigue allí rodeado de silencio, de perfumes, colores y la cercanía del mar. Ese día me llevé una frase suya que viene hoy a mi memoria: “…y viviendo mi sueño trataré de justificar mi vida… Casi diría de hacérmela perdonar”.
¿Perdonar qué Victoria? Felicidad eterna, a donde quiera que estés.
María Lourdes Gasillón
Universidad Nacional de Mar del Plata – CELEHIS
Del homenaje a la gratitud. Una aproximación a la amistad epistolar entre Victoria Ocampo y Ezequiel Martínez Estrada
En 1946, Ezequiel Martínez Estrada (1895-1964) tomó contacto con la fracción liberal de la revista Sur e integró el comité editorial. Ello permitió afianzar una relación de afecto y admiración entre el ensayista y la directora de la revista, notable en las cartas que se enviaban (publicadas en el Epistolario (2013), que da a conocer la correspondencia entre ambos junto a otros discursos anexos, desde 1945 hasta 1969). Al leer todo el material, observamos el entrañable vínculo que los unía, con encuentros y desencuentros pero, igualmente, siempre en un tono cordial, cortés y hasta incondicional.
A comienzos de los ’50, Martínez Estrada padeció una enfermedad cutánea de origen psicosomático –neurodermitis melánica– que lo aquejó hasta 1955, cuando un golpe militar derrocó al presidente Juan Domingo Perón. Cuenta su amigo Pedro Orgambide que “Por aquella época, […] veíamos a Martínez Estrada como un agonista de nuestro país, alguien que llegaba al extremo de enfermarse físicamente por una insoportable tensión del medio en que vivía. […] Martínez Estrada se enfermó; fue un paciente más en los hospitales, un caso de difícil diagnóstico. Durante ese tiempo estuvo en los hospitales Rawson, Tornú, Argerich. Finalmente terminó su tratamiento en la clínica del doctor Gregorio Bermann, en Córdoba. […] El cuerpo de Martínez Estrada, que había perdido mucho peso, se mostraba llagado y ulcerado de una manera atroz. Los pocos amigos que lo visitaban se impresionaban al verlo. A su lado permanecía, como siempre, la fiel Agustina. Tres veces por semana lo visitaba la escritora Victoria Ocampo. También, con frecuencia, los escritores Bernardo Canal Feijóo y Leónidas Barletta” (1997: 152-153).
Ante la situación desconcertante y desesperada de Martínez Estrada, Ocampo lo ayuda y acompaña luego de enterarse a través del escritor y traductor español Ricardo Baeza:
11 de marzo de 1951
Mi querido y admirado amigo:
Justamente me disponía a escribirle para invitarlo a venir a Villa Victoria con Agustina (este es el momento más lindo de Mar del Plata. No hay viento, hay flores todavía y la luz se pone como dorada) cuando llega su carta a [Ricardo] Baeza y nos enteramos de su enfermedad. Yo también he tenido, hace muchos años, una urticaria feroz y sé por experiencia lo que significa.
Creo que usted debe ir a Buenos Aires. En SUR hay un buen dormitorio con dos camas y un cuarto de baño. Están a su disposición. Nadie los usa.
Creo que usted tiene que consultar a [Aarón] Kaminsky, un excelente médico que sabe mucho y está al tanto de todos los nuevos descubrimientos y métodos de la medicina mundial (especialmente la norteamericana). Kaminsky es uno de esos médicos que tardan semanas en dar hora a los nuevos clientes, pues está débordé [desbordado] de trabajo. Pero me comprometo a que le dé hora a usted dentro de las 24 horas. Soy clienta de él.
Le ruego, mi querido amigo, que no pierda el tiempo y me escriba o telegrafíe que sale para Buenos Aires enseguida. Yo hablaré por teléfono con Kaminsky y lo recibirá en cuanto llegue.
[…] Espero una palabra suya. Piense que su salud nos interesa a todos (no sólo a usted y a Agustina). Por favor, no se haga el sordo.
Muy afectuosamente los recuerda siempre,
Victoria (2013: 33).
El enfático agradecimiento del colega aparece a la brevedad:
Residencia Sur
17 de marzo de 1951
Señora
Da. Victoria Ocampo
Mar del Plata
Mi querida y respetada amiga:
¡Su carta fue providencial, llegó en el momento oportuno! Después de treinta y dos días de cama, boca arriba con las piernas hechas una llaga, y de rascarlas, pude venir a Buenos Aires. ¡Ni andar, ni vestirme, ni calzarme! […]. En ese momento me llega su generosa carta. Por supuesto, le escribí a Bianco y hoy –sábado– estábamos instalados, con mi mujer-enfermera, en la hermosa habitación que me ofreció. ¡Mil gracias!
[…] Todavía tengo mi urticaria, más (…) a los medicamentos, más alergia a mil cosas. La piel, un desastre. Con una infección bárbara (caen las uñas), sin poder ponerle otra cosa que aceite (…). Pero no tengo nada infeccioso ni contagioso. Una alergia infernal.
Del Dr. Kaminsky –cuya justa fama también conozco– no vale la pena que se moleste. Me atiende el Dr. Marcial Quiroga, que es una respetabilidad completa. […]
No doy más. Cariños de Agustina y un gran apretón de manos, cordial, de su afectísimo
Ezequiel Martínez Estrada (2013: 34-35).
Victoria insiste con su ofrecimiento:
Villa Victoria
Mar del Plata
Domingo
[fines de marzo de 1951]
Mis queridos amigos:
Les ruego que no piensen ni un instante que está molestando a nadie y que dispongan de la casa de la calle San Martín como si fuera de ustedes. Siento no haber sabido que llegaban allí ayer.
[…] Les ruego que me digan qué falta allí. ¿Ropa de cama? ¿Toallas? Yo tengo de todo en San Isidro. Basta con que ustedes me indiquen qué cosa necesitan.
Esperando que pasen pronto todos los males, les envío mi más cariñoso saludo.
Victoria (2013: 36)
Ante el cual Martínez Estrada responde:
Bahía Blanca
13 de abril de 1951
Señora
Da. Victoria Ocampo
Mar del Plata
Querida y admirada amiga:
Desde ayer estoy en casa, después de un mes de infierno en Buenos Aires y, en total, de tres meses de postración. Por suerte el médico me asegura que con un tratamiento podré curarme en algunos meses. Nunca olvidaré su hospitalidad en “Sur” y el cariño con que Vd. Se ha interesado por mi salud.
[…] Gracias a Vd. Por todas sus cariñosas atenciones. Con el afecto de Agustina, reciba un cordial apretón de manos de su afectísimo.
Ezequiel Martínez Estrada (2013: 37).
Y así continúan las muestras explícitas de ayuda, respeto, admiración y gratitud entre ellos en otras cartas posteriores. De esta manera, el escritor mantuvo una amistad incondicional con la directora de Sur, sustentada especialmente por el intenso intercambio de correspondencia hasta su muerte.
Asimismo, “En homenaje a Victoria Ocampo” es una carta (La Habana, 1º de mayo de 1962) que Martínez Estrada escribió mientras residía en Cuba y la envió a la Argentina para participar de un libro dedicado a la escritora, preparado por sus amigos sin que ella tuviera conocimiento. El título era el mismo y fue publicado por primera vez en Testimonios sobre Victoria Ocampo (Buenos Aires, La Fleur, 1962).
Martínez Estrada la caracteriza como una de las propulsoras de la cultura argentina según el llamado de su “deber patriótico” y su “poderosa personalidad”. En la “tragedia nacional de los últimos treinta años” (78), la tarea de Ocampo es homologada con las que llevaban a cabo las misiones católicas de antaño y con la “misión social civilizadora” (2013: 79) de Sarmiento y Avellaneda, debido a que ella consagró su vida a la custodia y la salvación del patrimonio espiritual y moral del país, que se disolvía paulatinamente desde la conquista y, en especial, a partir del gobierno peronista.
Frente al contexto político de aquella época, a modo de contraste, la fundadora de Sur fue una “mecenas anacrónica”, un símbolo de civilidad en el siglo XX, cuando ya habían desaparecido sus principales representantes decimonónicos. Luego de su residencia y viajes por Europa, dice Martínez Estrada, Victoria se encontró con un país de “huérfanos y metecos” que había sido gobernado por oligarcas –el “patriciado”– y ahora era dominado por una “burguesía de gerentes y administradores” (2013: 80). Por ende, la escritora es como una luz que viene a iluminar las sombras que perseguían a los argentinos.
Más allá de las contingencias históricas, para él, Victoria Ocampo es una personalidad destacada que encarna las “cualidades de la argentinidad” (2013: 81) y la defiende de las acusaciones de extranjería que pesaban sobre ella. Por esa causa, es loable el intento de Victoria (debido a su propia formación y refinamiento) de afianzar el sentimiento de nacionalidad y complementarlo, en la revista y editorial Sur, con el aporte de intelectuales de otras naciones occidentales.
En sus palabras, resalta las mejores características de su amiga, a través de su comparación con personajes bíblicos, históricos o literarios que le sirven para ejemplificar esas virtudes, muy apreciadas por el ensayista. Aquí, se siente invadido por un gran cariño hacia Victoria y desea remarcar su generosidad y compasión en una etapa traumática de su vida: “Todos sabemos de su talento, de su dignidad, de su abnegación, de su patriotismo, pero pocos de su inmensa bondad, de su amor uránico a los seres y las cosas todas de la Creación en las que brilla, aunque remoto, un reflejo de la Belleza y el Bien” (2013: 81).
Por último, Martínez Estrada reitera en la “ofrenda” las grandes virtudes de su amiga –“magnanimidad, bondad y dignidad” (2013: 86)–, a quien no ha tratado demasiado en persona, debido a ello, la escritora merece el respeto y la devoción de sus compatriotas.
Luego de la publicación del volumen de homenaje, Victoria le envía una carta a Martínez Estrada, en la que prevalece el afecto y el reconocimiento hacia él:
Villa Ocampo
San Isidro
8 de diciembre de 1962
Querido y admirado amigo:
[…] Comprendo que estos “Testimonios” sobre, no de V.O., están dictados, la mayoría, por el cariño. Por eso me conmueven y me parecen valiosos. […] Por lo pronto, no hubiera leído las páginas tan perfectas de generosidad y de nobleza que me dedica usted. Y esto sólo vale la angustia y el malestar que me causó la noticia del inevitable volumen de Testimonios.
[…] Pero, querido Martínez Estrada, qué bálsamo leerlo a usted y qué agradecimiento siento por todo lo que ha salido de su corazón. Cuánto bien me ha hecho.
Lo quiere y recuerda.
Victoria (2013: 88)
La admiración idealizada e hiperbólica hacia Victoria llega hasta un tiempo antes de la muerte de Martínez Estrada, tal como se evidencia en el artículo titulado: “Nuevos ‘testimonios’ de Victoria Ocampo, publicado en el número 4 del volumen 135 de la revista mexicana Cuadernos Americanos (julio-agosto de 1964):
Victoria Ocampo […] no solamente ha merecido el Gran Premio de Honor de la Sociedad Argentina de Escritores (lo recibió en 1950), sino que merece el Gran Premio de Honor de la Ciudadanía.
A pesar de que estamos colocados en sitios antípodas, mi admiración y mi simpatía por su obra y su acción beligerante contra la barbarie son muy grandes, y puedo afirmar que con nadie siento afinidades congenitales tan profundas como con ella. Estimo que es hoy la más noble y alta figura de nuestras Letras […] (2013: 114).
Y Victoria responde, sorprendida y gratificada:
Villa Victoria
Mar del Plata
18 de marzo de 1964
Mi muy admirado y querido amigo:
Estoy algo así como anonadada por el artículo que por vía de Fryda he recibido: el suyo sobre Testimonios. Me asusta porque no lo merezco. Le aseguro que usted me está mirando con un vidrio de aumento. Es decir, con el vidrio de aumento del corazón y de un corazón sin medida en sus afectos. Pero yo no puedo confundir su generosidad con la verdad.
[…] Desgraciadamente a principios de abril tendré que volver a Buenos Aires. Me gusta vivir en este clima, no en aquel, por muchas razones.
Un abrazo para Agustina y para usted de esta amiga agradecida.
Victoria (2013: 124-125)
En este breve y apretado recorrido quisimos recordar a Victoria Ocampo a partir del reconocimiento público de otro importante intelectual de nuestras letras. Como vimos en los fragmentos seleccionados, con palabras llenas de gratitud y cortesía, Martínez Estrada destacó los atributos artísticos y la labor desarrollada en favor de la promoción de la cultura argentina pero, sobre todo, apreció la grandeza humana de su amiga, quien también le retribuyó el gesto a través de varias cartas y textos.
ibliografía consultada
Martínez Estrada, Ezequiel y Ocampo, Victoria (2013). Epistolario: correspondencia entre Victoria Ocampo y Ezequiel Martínez Estrada. Prólogo y edición de Christian Ferrer. Buenos Aires: Interzona.
Orgambide, Pedro (1997). Un puritano en el burdel. Ezequiel Martínez Estrada o el sueño de una Argentina moral. Rosario: Ameghino.
Lamas Marta
Victoria en Frases
“Yo no soy una escritora. Soy simplemente un ser humano en busca de expresión. Escribo porque no puedo impedírmelo, porque siento la necesidad de ello y porque esa es mi única manera de comunicarme con algunos seres, conmigo misma. Mi única manera.”
“Existe la raza de aquellos que no llegan a las palabras más que movidos por sus emociones, y la raza de los que no llegan a las emociones más que movidos por las palabras.”
“No se puede crear nada fuera de nosotros sin antes haberlo creado en nosotros.”
“No podemos reflexionar a fondo sobre nosotros mismos -cuidando de rectificar las inexactitudes en que incurre el amor propio- sin alcanzar por ese camino a los demás. Un hombre no conoce de los demás hombres, en definitiva, sino lo que ha aprendido a conocer de sí mismo y de sus semejanzas y desemejanzas con los diversos tipos humanos.”
“La maternidad no se trata sólo de llevar nueve meses y de dar a luz seres sanos de cuerpo, sino de darlos a luz espiritualmente. Es decir, no sólo de vivir junto a ellos, con ellos, sino ante ellos. Creo más que todo en la fuerza del ejemplo.”
“Nacerá una unión, entre el hombre y la mujer, mucho más verdadera, mucho más fuerte, mucho más digna de respeto. La unión magnífica de dos seres iguales que se enriquecerán mutuamente puesto que poseen riquezas distintas.”
“Mi única ambición es llegar a escribir un día más o menos bien, más o menos mal, pero como una mujer.”
“La vida social es un continuado concurso abierto entre los hombres para medir sus aptitudes con ánimo de ser preferidos por la mujer.”
“Los hombres han hablado enormemente de -la mujer-, pero desde luego y fatalmente a través de sí mismos. A través de la gratitud o de la decepción. Se los puede elogiar por muchas cosas, pero nunca por una profunda imparcialidad acerca de este tema.”
“El solo sujeto de que realmente puedo hablar y en nombre del cual me permito hablar con algún derecho de causa soy yo misma.”
“Mi alma está hecha de luz y tinieblas. No sabe de brumas.”
“Los años me han enseñado que no se convence más que a los convencidos. Pretender apartar a las gentes de sus gustos, de sus inclinaciones naturales, para acercarlas a nosotros, es tan estéril como renegar de nosotros mismos para borrar la distancia que nos separa de tal o cual ser.”
"Lo que desde ya sabemos afirmar de América es que estamos enamorados extrañamente de ella. Y ese amor, como todo gran amor, es una prueba. Prueba que arroja sobre nuestras incapacidades e imperfecciones una luz resplandeciente y cruel."
"En la cárcel uno tenía la sensación de que tocaba fondo, vivía en la realidad."
“No bastan la verdad, la sinceridad, la voluntad, la perseverancia, la honestidad intelectual: hace falta talento.”
“Cuando no se tiene el coraje de vivir como se piensa, se termina por pensar cómo se vive.”
Duendes
Por primera vez en muchos años, el 7 de abril la casa estará en silencio. No habrá preparativos para recibir a los invitados especiales ni corridas de último momento para ajustar algún detalle.
Será la ocasión para otro tipo de encuentro, no virtual sino imaginario. Será el tiempo de los Duendes. Esos personajes invisibles que nunca se fueron y que no queremos que se vayan, celebrarán alegres este inusual cumpleaños.
Los Duendes Andariegos que acompañaron a Victoria en sus largas caminatas, desde que el entorno era casi desierto, aguardarán en la entrada, mientras los Duendes del Jardín zamarrearán las aromáticas para que su aroma la complazca.
Algún Duende Musical desempolvará viejas partituras, con melodías inspiradas en este entorno, y otro Duende Poeta fogoneará la memoria con versos olvidados.
Por los anchos senderos de grava que delatan al caminante en el paisaje que templa el ánimo, el canto del zorzal anunciará su llegada. Avanzará Victoria por la desierta galería en la que tantas charlas de ilustres visitantes han retumbado, desde ese salón donde sólo quedan pasos y voces.
Poblada de recuerdos, con su ramo de aromáticas en la mano, la fuerza del roble en su espíritu, la suave brisa de otoño adornada con el canto de las aves, celebrará también con la compañía del Duende Gruñón que, como siempre, protestará si a las cinco en punto no se sirve el té.
De una manera distinta, todos te acompañaremos siempre Victoria!
Cristina Larice
POEMA ABIERTO A VICTORIA OCAMPO
Victoria
desde el balcón galería que busca el mar,
acompañada de siluetas nocturnas,
con tus árboles,
con la misma luna,
que en otros tiempos
extasió tu espíritu,
en el Día Internacional de la Mujer,
tengo la triste sensación.
que las mujeres, aún,
seguimos dando explicaciones sobre nuestras capacidades.
Victoria
adentro, en tu sala:
Maryla, María del Carmen, María Rosa, Kity,
personalidades de la política de mi ciudad,
femeninas, capaces, admirables,
dando su lección sobre Política Internacional,
Vida Familiar, Ser eficientes…
"Las hortensias de Victoria"
Las hortensias rodearon de colores sus silencios
Y cada vez que ponía su elegante mano en la tranquera
ellas, las hortensias,
bailaban con el ritmo del viento marítimo
o la brisa de la pampa.
Los árboles, en cambio,
ya sabían,
las calandrias revoloteaban con algarabía en sus copas
Sus vecinos comentaban:
"Victoria ha llegado, viene sola"
a veces decían: "Viene acompañada"
Las hortensias saben de su estirpe
sonámbulas en la historia atraparon todas sus miradas
ese sueño que tienen las mujeres
que no las conforma la olla o la puntada,
el deseo que no se cuenta a nadie,
un dolor irremediable,
el amor, siempre el amor
la palabra que la lleva a compartir o a liberarla.
Las hortensias saben de sus libros, sus amigos, de Sur, de la casa
Visitante, no es un simple tono a flor el que allí te recibe
son los colores de Victoria,
en sus hortensias quedó su alma y sus miradas.
Lou Yu
Homenaje a Victoria Ocampo
Desde China, la antípoda de Argentina,
dibujo una flecha,
una flecha hecha de infinitas palabras,
hacia el sur,
hacia más allá del sur.
Desde abril, el mes de la primavera,
rindo un humilde homenaje,
un homenaje hecho de infinitas lecturas,
a Sur,
a la dama de letras,
a la mujer más argentina.
Desde el aislamiento, bajo la sombra de la pandemia,
escribo su nombre en caracteres chinos,
trazo a trazo,
infinitos trazos.
En su nombre reside el secreto de la esperanza.
La victoria de las mujeres,
La victoria de la civilización,
y de los conceptos de intercambio, capacitación y apoyo.
¡oh!, Campo, con la primavera todo cambiará y renacerá.
¡oh!, Victoria, los días grises pasarán y la victoria, llegará.
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Liliana Martínez
Tomando el té con Victoria
Poder imaginar por un momento los pasos de aquella mujer de improvisados pensamientos y de firmes convicciones… como si comenzáramos a relatar un cuento.
Aquellas mañanas primaverales en la Villa podrían haber dejado huellas en los rincones más agrestes del jardín, por cierto extenso, lleno de árboles y plantas algo exóticas que habrán tenido la mirada profunda y palabras dulces de su dueña. Porque ella era así tan fuerte y a la vez tan frágil.
Esa casa tan grande y con tantas habitaciones construida simplemente para que Victoria veraneara en Mar del Plata y alojara a sus grandes amistades, necesitaba de largas charlas con sus pares para sugerir, para contrariar, para reír, para intercambiar ideas…
Podría ser por un momento una visita amiga de esa época, la cual Victoria se alegra enormemente de tener.
Imaginemos que tomo el té con Victoria frente a su jardín, observando el verdor de su césped y el latigueo constante de las ramas de sus frondosos árboles. Ella comienza contando sus logros, sus anhelos de viajes, su intención de cambiar las cosas en un presente que no contempla a la mujer, y mucho menos acepta la idea de un movimiento feminista. Victoria me cuenta sus pensamientos acerca del feminismo…
Ella quiere hacer historia con su pensamiento, quiere dejar una gran huella en este mundo. Quiere dejar una forma de vida más justa para la mujer, ella cree que su fortuna y sus contactos pueden torcer ese destino que se repite una y otra, y otra vez para la mujer. La quiere emancipada, así como lo es ella.
Tuvo supuestos amantes, esposo, amistades femeninas, masculinas, se movió tan libremente por la vida que no necesitó a nadie que le marcara lo que debía hacer o cómo tenía que moverse en la sociedad. Pero claro, se olvidó de algo muy importante, que corría con una gran ventaja, al pertenecer a cierto círculo aristocrático, siempre caería como simpática, el resto no podría seguir sus pasos, esa era la diferencia y lo sabía, y lo odiaba también.
Yo le hubiese preguntado –en el supuesto de estar tomando una tacita de té con ella-, qué se podría hacer para torcer ese destino que ha llevado hoy día a que la mujer siga estando en el papel que hoy está, como cómplice de las fechorías de un hombre que no quiere ni desea que la mujer se encuentre a su par y no detrás de él.
Yo le hubiera exigido más participación en una charla que duraría posiblemente desde el comienzo del té hasta la madrugada. Nos desvelaríamos las dos seguramente, para encontrar algo que satisfaga las dos preocupaciones y un solo tema: la liberación de la mujer ante el yugo del hombre.
Qué hubiera dicho Victoria si le presentara una síntesis de lo que hoy está pasando, de las tantas muertes diarias de mujeres, que hoy incorporan los arrebatos de sus hijos…
Victoria, una escritora, pensadora, increíble mujer que dominaba tantos idiomas, que ha viajado por tantos y tantos países, que conoció la idiosincrasia de los tantos y tantos pueblos, que abrazó tanta y tanta gente, que seguramente ha escuchado el lamento de los más desposeídos y también el anhelo de los aristocráticos, no creo que fuera indiferente al grito, a las manifestaciones de las mujeres, al lamento de aquellas madres que han perdido a sus hijas en las manos de un asesino que se las ha devuelto en pedazos, no lo creo.
Realmente me hubiera gustado conocerla en esa época, porque estoy convencida que ella nos hubiera ayudado a superar y cambiar el rumbo de la historia de la mujer que hoy se sigue repitiendo, una y otra, y otra, y otra vez.
La realidad siempre supera a la ficción, así que si resultó inverosímil el haber tomado el té con Victoria, más inverosímil podría haber resultado que la mujer hubiera obtenido esa conquista de ser igual al hombre desde esa época hasta el presente no?
Fernando E. Müller
Inabordable
Luces y sombras de un cuerpo en partida.
Soles que iluminan sonidos oscuros de un intenso esclarecer.
Delicadas hebras van destejiendo esa superficie en su ocaso.
Así van abriendo tejidos de irrepetibles tonos de blanco,
salpicados de minúsculas gotas azules, lilas y amarillas,
verdes y naranjas.
Viaje inabordable al infinito interior…
Hebras y más hebras por destejer, hasta que
un ciego horizonte de reflejos señalan el poder infinito
de aquella alma humana.
Juan Javier Negri. Presidente Fundación Sur
¿Qué hay de nuevo, Victoria?
Estos terribles tiempos de pandemias y virus a muchos nos hacen pensar en Albert Camus y su novela La Peste (1947). A quienes hemos leído ese libro se nos hace fácil asociar su recuerdo con Victoria Ocampo y su amistad con aquel escritor francés. Este es uno de los tantos casos en que su recuerdo vivo tiene ocasión de volver a nuestra memoria a raíz de circunstancias y episodios que nos tocan vivir hoy. Victoria permanece, sin duda, en la conciencia de quienes conocen su obra.
Casualmente, el año pasado el vínculo entre Victoria y Camus volvió a la primera plana de nuestro escenario cultural al conmemorarse los 70 años de la malograda y breve visita de Albert Camus a Buenos Aires. Visita que, según la propia Victoria, debería haberse extendido hasta Mar del Plata de no haber sido acortada —no sé si decir “mutilada”— por un episodio desgraciado. Todo esto ha sido recordado en un libro publicado en agosto de 2019 conjuntamente por las editoriales Sudamericana y Sur (Albert Camus/Victoria Ocampo, Correspondencia 1946-1959, 160pp.). En el prólogo Eduardo Paz Leston (uno de los pocos sobrevivientes del llamado Grupo Sur) da cuenta de que el origen de la relación entre ambos escritores (la argentina impetuosa y el francés inconformista) nació en la galería de madera de Villa Victoria, donde ella se topó por primera vez con su prosa tersa y corrosiva.
Para quienes no hayan tenido ocasión de leer esa breve colección de cartas, quizás valga la pena recordar que la visita de Camus, largamente planeada por Victoria y financiada por el gobierno francés, debió acortarse a raíz del intento de las autoridades argentinas de entonces de censurar (o, al menos, de conocer previamente) lo que Camus diría en una conferencia dedicada, precisamente (y para mayor ironía de la situación) a la libertad de opinión. No fue esa la primera agresión política contra la obra de Camus por el gobierno argentino, pues pocos meses antes se había prohibido la representación de su obra teatral El malentendido, dirigida y actuada por Margarita Xirgu.
Victoria acogió en su casa al indignado Camus y, de alguna manera, quiso enmendar el error cometido, convirtiéndose en una exquisita y delicada anfitriona.
No fue ese el único Premio Nobel de Literatura recibido por Victoria en su casa. Para los marplatenses (y soy uno de ellos) debe ser motivo de orgullo saber que el poeta francés Saint-John Perse (Marie-René-Alexis Saint Léger Léger, 1887-1975 y que recibió el Nobel de Literatura en 1960) estuvo en la Argentina en 1958 y llegó hasta Mar del Plata. En nuestros archivos hay unas melancólicas fotos en blanco y negro de Victoria, Saint-John Perse y Eugenio Guasta, (amigo y confidente de Victoria que años más tarde tomaría los hábitos sacerdotales), los tres en una playa desolada, seguramente más allá del faro. Es raro ver fotos en traje de baño de alguien premiado con el Nobel. Vaya uno a saber por qué caprichos o supuestas coqueterías, Victoria tachó con tinta su propia cara en cada una de esas fotos.
Francisco Umbral ha dicho de Saint-John Perse que “la originalidad y universalidad del empeño de Perse es que nos da la poesía desprovista de anécdota, recoge los fulgores de la Historia para contárnoslo todo y no contarnos nada. Lo que queda de su obra impar es el resol de una civilización desconocida o el acero iluminado de una espada que todavía recuerda a su dueño”. Lo mismo pasa con esas fotos: nada ocurre en ellas más que el testimonio de la amistad muda entre los tres fotografiados, en un paisaje frío que todavía recuerda el sol de algún verano.
Un tercer premiado con el Nobel de Literatura fue Rabindranath Tagore (que recibió ese premio en 1913) y a quien Victoria, en 1924, también recibió en su casa (o al menos, quiso recibirlo, pero su padre se lo prohibió, por lo que Victoria debió alojarlo a su costa en una casa que alquiló a ese efecto). Ella, fiel al torbellino de su iniciativa, también lo llevó a Mar del Plata, donde ambos se instalaron en Chapadmalal.
La crónica de esos días acaba de aparecer en un libro publicado por la Editorial Sur (sí, la misma que Victoria creara en 1931 y que gracias al impulso de su fundadora sigue viva), en el que Ketari Dyson, una escritora bengalí, narra, día por día, las escaramuzas entre Tagore, su joven secretario Elmhirst y la propia Victoria (Un encuentro fecundo: Victoria Ocampo y Rabindranath Tagore, Sur, 2019, 766pp). Lamentablemente, la experiencia marplatense de Tagore aparece en segundo plano, pues el frente del escenario es ocupado por la curiosa reacción del escritor indio ante el espectáculo de la pampa y la estancia donde los tres están alojados.
En los dos libros mencionados aparecen conceptos, ideas y visiones acerca de la función del escritor frente a la realidad que lo circunda. Y en ambos casos es sorprendente notar cómo las nociones que Victoria desarrolla acerca de conceptos básicos como la libertad de conciencia, la inspiración literaria y cuanto debe entenderse como cultura siguen vigentes, dotadas de una fuerza y calidad permanentes. Cuanto Victoria discutiera con Tagore en 1924 y cuanto defendiera con Camus en 1949 siguen siendo temas actuales. En la medida de que podamos seguir discutiéndolos con el vigor con que ella lo hizo y la libertad que Victoria se exigía a sí misma, seguiremos manteniendo su recuerdo, más allá de los 130 años corridos desde su nacimiento.
Nino Ramella
Victoria Ocampo, presa política: la carta desconocida sobre su cautiverio
El 17 de junio de 1953, la fundadora de Sur les envió a Camus y otros escritores que pidieron por su liberación un testimonio de los 26 días que pasó en prisión.
Victoria Ocampo pasaba varios meses del año en Mar del Plata. Llegaba antes del verano y se quedaba hasta promediar el otoño. Cada 7 de abril su cumpleaños lo recibía en Villa Victoria, esa casa de madera que había heredado de su tía abuela. Pero el 8 de mayo de 1953 algo alteró su rutina. Una comisión policial la detuvo en su casa y la trasladó a Buenos Aires, donde quedó presa durante 26 días en la cárcel de mujeres El Buen Pastor.
La noticia conmocionó a personalidades culturales del mundo, donde la escritora era bien conocida y movilizó a numerosos escritores célebres a organizar una campaña para pedir su liberación. En París, Albert Camus -que había sido huésped en Villa Ocampo, San Isidro- lideró el movimiento de escritores franceses. Él mismo redactó la carta que le fue entregada al embajador argentino en Francia el 20 de mayo. Los firmantes eran Pierre Brisson, Roger Caillois, Camus, Georges Duhamel, François Mauriac (premio Nobel), André Maurois, Roger Martin du Gard (premio Nobel), Christian Murciaux, Jean Paulhan, Jules Romains, PhilippeSoupault y Pasteur Vallery-Radot.
Escritores de otras latitudes se sumaron. Aldous Huxley y Waldo Frank impulsaron el Comité Internacional para la Liberación de los Intelectuales Argentinos. Gabriela Mistral le envió un telegrama al presidente Perón: "Profundamente contrariada por la noticia del encarcelamiento de Victoria Ocampo, ruego a vuestra excelencia liberarla recordando su labor internacional que ha prestigiado siempre a la Argentina". No menos relevante fue la intervención del primer ministro de la India, Jawaharlal Nehru.
La carta que aquí se transcribe parcialmente es la explicación que Victoria Ocampo envía a los escritores que pidieron por ella. Fue datada el 17 de junio de 1953 -apenas quince días después de su liberación-, es decir, hace hoy exactamente 62 años. Ese texto fue remitido en su momento por el Fondo Albert Camus de París a la Argentina como consecuencia de una investigación en el exterior sobre archivos vinculados a Victoria Ocampo que realizó la Biblioteca de Villa Ocampo a cargo de Ernesto Montequín durante la gestión de Nicolás Helft al frente de ese organismo.
Varias son las lecturas que podemos extraer de esa líneas, más allá de la obviedad que sería comentar la fragilidad de las libertades individuales de la época. Victoria no sólo no se victimiza, sino que relata la experiencia como el momento en el que se sintió más solidaria con sus semejantes. Cuentan que Victoria no pudo comprar el delantal cuadrillé que utilizaba en la cárcel porque era propiedad del Estado. Se quedó con el pequeño género que se había cosido en el pecho y que una de sus compañeras bordó con su nombre. Ponía ese trapito a la altura de las más encumbradas condecoraciones con las que fue distinguida. Quien lo bordó, una mujer de una condición modesta, compartió momentos de su vida con Victoria hasta que murió. Admiradora de Mahatma Gandhi, Victoria menciona que durante sus horas en la cárcel llamaba a su cabeza aquel pensamiento de ese pacifista: debo reducirme a cero. No hay salvación para alguien que no se pone a sí mismo en último lugar entre sus semejantes.
Fragmentos de la carta de V. O.
"Yo no he hecho nada fuera de ser antiperonista", escribió al salir de la cárcel El Buen Pastor
Desde el mes de diciembre no salí de Mar del Plata. No fue a mi casa ningún hombre "político". Mis huéspedes fueron los de siempre: Pepe Bianco, Enrique Pezzoni, Antonio López Llausas, Lola E. y Rosita C. Ninguna de estas personas tenía relación con gentes metidas en política. Naturalmente, se hablaba de la dictadura de P [erón]. Y de cuanta medida arbitraria y de cuanto atropello llegaba por vía de la prensa o por vía indirecta a nuestros oídos. Se hablaba de todo ello en forma clara y violenta. [...] El día 15 de abril, día en que P. habló desde los balcones de la Casa Rosada, estábamos Angélica y yo solas en Villa Victoria. Pusimos la radio. Pero como el discurso se parecía (el comienzo) a los que tantas veces habíamos oído, dejé la radio puesta y salí a caminar por el jardín. Después de unos minutos volví, y fue la mujer del jardinero (que estaba oyendo el discurso en su radio y en su cuarto) quien vino corriendo a avisarme que habían estallado dos bombas. La despaché diciendo que se pasaba la vida imaginando cosas. Al principio no creí lo de las bombas. [...] El 8 de mayo, me disponía a trabajar por la mañana (me había quedado sola en casa, con los sirvientes) cuando me anunciaron que me quería ver el comisario (supe, más tarde, que me habían ido a buscar a San Isidro a las 3 de la mañana). La visita matutina de ese personaje me sorprendió sin alarmarme en lo más mínimo. Estaba a cien leguas de imaginar que venía a detenerme. Para no hacerlo esperar dije que lo hicieran pasar a mi cuarto y lo recibí allí (yo estaba en la cama). Entró seguido de un inspector y me dijo que tenía orden de allanar la casa. [...] Luego me dijo el comisario que tenía orden de llevarme a la comisaría. Pregunté por qué. Me contestó que ésas eran las órdenes y nada más. En la comisaría un agente tomó mis impresiones digitales, y esperé. Esperé, esperé. Al fin me mandó a llamar a su despacho el comisario y me dijo que había telefoneado a Buenos Aires el resultado negativo del allanamiento, pero que me necesitaban urgentemente en la Capital y que allí me iba a mandar en compañía de un agente. Volví a casa con el comisario, para buscar una muda de ropas, y mi cepillo de dientes, etc.. (una valijita) y salí para Buenos Aires en el ómnibus, custodiada por un agente vestido de civil. Llegamos a Buenos Aires a las 12 p.m. (retardados por la neblina). En la comisaría de Orden Político me hicieron pasar a un escritorio donde se encontraba ya otra detenida (era mi antigua administradora de Sur, Nelly Saglio, afiliada al Partido Socialista, pero tan inocente, en materia de complot terrorista, como yo). Nos dijeron que estábamos incomunicadas y que no habláramos una con otra. Hasta las tres de la tarde me tuvieron sentada ahí, en una silla dura. Luego me llevaron a otro escritorio para ser interrogada. Me preguntaron si conocía a los presuntos ponedores de bombas, fulano, mengano, etc. Dije lo que era verdad: NO. [...] Volví al escritorio y allí esperamos de nuevo con Nelly otra hora y pico. Felizmente, mi familia se había enterado de mi paradero y me mandaron comida. Acabábamos de devorar unos sándwiches cuando vinieron a buscarnos a Nelly y a mí. Salimos de Orden Político acompañadas por dos vigilantes. Nos metieron en un camión celular y nos depositaron, sans autre forme de proces, en EL BUEN PASTOR, la cárcel de mujeres. Ahí pasé 26 días. Veía detrás de tres rejas, a mi familia más allegada (hermanas y sobrinos) una vez por semana. [...] Entre nosotras, las once mujeres que vivíamos juntas, había una gran solidaridad. Todas éramos UNA, menos la peronista M. Nos hizo la vida amarga, pero yo le tenía más lástima que odio. Lo cierto es que no sentía odio por nadie. Las miserias, las debilidades de la humanidad y también sus arranques de generosidad nunca se me aparecieron con tanta evidencia como en esos 26 días, y me alegra haber tenido oportunidad de vivirlos. Éstas no son palabras en el aire. Además nunca he sentido como en esos días lo que significa la camaradería en la desgracia y el calor de la ternura humana entre desconocidas. [...] Durante mis días de cárcel vino una vez a interrogarme un inspector. El interrogatorio consistió en preguntarme si conocía a X., Y., Z., etc. A algunos conocía, a otro no (de Mar del Plata se habían llevado la libreta donde tenía apuntados los números del teléfono de mis amigos y relaciones). Me interrogaron especialmente sobre mi hermana menor o más bien dicho sobre su marido y las relaciones del marido. Como yo ignoraba qué pasaba (aunque estaba segura de que ellos no estaban metidos en líos políticos) me resultó muy desagradable. [...] 26 días después de mi entrada a la cárcel se presentó una monja en nuestro dormitorio y dijo (ya estábamos acostadas) "O. en libertad por orden del ministro". La monja estaba contenta de traerme la noticia. Era una mujer poco inteligente pero de gran corazón. [...] Ninguno de los telegramas o pedidos que mandaron los escritores del exterior fue publicado en ningún diario de la República. La reclamación de los mexicanos fue mencionada en La Prensa, sin dar nombres ni decir de qué se trataba y agregando que tal reclamación carecía de toda importancia y que otro diario de México declaraba que, desde hacía muchos años, yo era una espía del F.B.I. Hace tres días se publicó en La Prensa que por pedido de Gabriela Mistral se me había puesto en libertad, pero que se seguiría investigando mis infracciones a tales y cuales leyes y se seguiría el proceso. ¿De qué infracciones y de qué proceso hablan? Lo ignoro. Lo estarán inventando. Yo no he hecho nada fuera de ser antiperonista y de censurar à haute et inteligible voix la dictadura monstruosa que nos aplasta.
Publicado en el Suplemento Cultura del Diario La Nación – 17 de junio de 2015
Una pasión marplatense
El 7 de abril de 1890 nacía Victoria Ocampo
Muchos más cumpleaños pasó Victoria Ocampo en Mar del Plata que en ninguna otra parte del mundo. Llegaba en noviembre y se iba muy poco antes del invierno. Nos cuenta ella misma cuándo conoció la ciudad: llegué por primera vez a Mar del Plata una mañana en el tren nocturno con camas… Yo era una adolescente y Mar del Plata también. Mar del Plata era el Hotel Bristol, unas cuantas casas, la Rambla de madera. Pero tenía la playa limpia y todo el mar, ahí encima, y las piedras. Fue mi primer encuentro con el Atlántico desde una playa”.
La aclaración viene a cuento ya que ella sí conocía el Océano Atlántico, pero visto desde el barco que cada año transportaba a la familia a Europa. Y el único mar que había visto desde la arena era el Mediterráneo, pero su calma lo hacía algo muy distinto. Fue en la Argentina donde claudicó a la bravura de nuestra costa. Me enamoré a primera vista y para siempre… Por la mañana nos bañábamos en el mar… las olas eran montañas de agua que se me venían encima… Salía yo de esos baños chorreando terror; pero al día siguiente, volvía, entusiasmada…
Hace tiempo mi entrañable amiga Teresa Serenellini puso en mis manos algunos documentos vinculados a Victoria Ocampo -a quien en su momento dedicara un documental- para que los incorporara al patrimonio de Villa Victoria. Entre muchos otros valiosos papeles hubo dos fotografías que inmediatamente me llamaron la atención. Provienen del archivo de María René Cura, estrecha colaboradora de Victoria en Sur- Ella se las regaló a Teresa, de quien era amiga.
En una de ellas se ve a Victoria estrechando la mano de un hombre –para mí desconocido- en la rambla francesa. La elegancia de ambos resalta a primera vista. Victoria con un conjunto blanco, aparentemente de hilo, sombrero y guantes. Él de saco y corbata, pantalón blanco. Ambos con bastón, accesorio usual de la época. Detrás de ellos y bajo la recova la entrada a lo que parece ser la administración del balneario Bristol y la marca de un apellido que los marplatenses asociamos inmediatamente a la playa: Giaccaglia. La foto fue tomada el 14 de enero de 1922.
La otra fotografía es más reciente. Está fechada el 28 de enero de 1956. Presumo que se trata de Punta Mogotes. Algún lector más memorioso aportará seguramente la exactitud que mi ignorancia escamotea. Victoria se muestra en la orilla sosteniendo a dos perros de sus respectivas correas. Pañuelo en la cabeza, un saco tejido y sus infaltables anteojos de marco blanco. Las piernas desnudas. Ya tenía por entonces 65 años.
Transgresora. Es ese un calificativo recurrente cuando se habla de Victoria. Y algunas conductas que lo justifican se relacionan con Mar del Plata. Recordemos que aquí la echaron del casino por pretender entrar en pantalones.
La casa más fea
Pero quizá hay alguna razón menos banal. La primera casa moderna en la Argentina, blanca, lisa, geométrica, la hizo Victoria con su propio diseño acá en Mar del Plata entre 1926 y 1927. La ayudó un constructor y fue inspirada por la Villa que Robert Mallet-Stevens hiciera poco antes para los Vizcondes de Noailles, en el sur de Francia.
Ubicada en Alberti y Carlos Pellegrini –donde existe hoy un hotel cuyo nombre, “Realidad”, causaba hilaridad a Cachi García Reig- la ocupó ella un solo verano. La acompañó Julián Martínez Estrada, quien fue su amante por 16 años. Victoria y Julián se conocieron en Roma, cuando ella estaba de viaje de bodas y fueron presentados por el flamante esposo, Monaco Estrada, a la sazón primo de Julian. Sí, así fue…Victoria conoció al amante de gran parte de la vida en su viaje de bodas.
La casa moderna la vendió apenas un año después de construida. Victoria solía contar que al llegar a la Estación del Ferrocarril tomó un taxi y que le pidió que la llevara a la casa más fea de la ciudad y que la llevó a su propia casa. Puede que sea una boutade de Victoria pero lo cierto es que esa casa en medio del auge del pintoresquismo en nuestra ciudad debe haber causado un gran impacto.
Recuerdo haberle hecho una nota a Jorge Romero Brest en la que me contó que Le Corbusier había dicho que Mar del Plata era la ciudad más fea que había visto jamás. Yo ignoraba que el famoso arquitecto hubiera estado alguna vez en Mar del Plata. Poco después choqué con un texto de Victoria explicando lo que había producido esa casa: …el vecindario puso el grito en el cielo. Le Corbusier, que la visitó, la encontró de su agrado. Un amigo sostiene que Victoria y Le Corbusier visitaron Mar del Plata un fin de semana… digamos… tramposo.
Fue en Mar del Plata donde Victoria recibió a muchos de sus amigos escritores. Fue allí en nuestra querida Villa Victoria -que heredó de su tía abuela-, donde el 8 de mayo de 1953, mientras descansaba, sufrió un allanamiento por parte de la policía acusada de guardar armas para atentar contra el gobierno. De allí se la llevaron presa y estuvo encerrada durante casi un mes en la Cárcel de Mujeres “El Buen Pastor” en Buenos Aires.
Mucho más se podría decir de Victoria Ocampo y Mar del Plata. Pero a mí me gusta quedarme con la idea de que ella adoptó este lugar en el mundo y lo quiso como no lo hacen algunas otras celebridades argentinas que sí nacieron aquí pero que no le guardan afecto alguno –sin que ello pueda serles reprochado, por cierto-.
Termino estas líneas con palabras de Victoria, que describen justamente el mes en el que cumple años. Abandonado por los veraneantes y los turistas, Mar del Plata brilla bajo la luz de abril – escribe Victoria en 1940 -. El silencio gana terreno cada día y se instala alrededor de los árboles cuyas hojas amarillean, lentamente en calma (así me gustaría encanecer). Ese amarillo se ha bebido todo el sol del verano, hasta apoderarse definitivamente de él: es suave entre tanto verdes. El de las lambercianas se vuelve más aterciopelado y profundo, por contraste. Huele a resina cuando apartamos las ramas para acercar la cara al árbol como a un ramo.
Graciela Reveco Manzano
Escritora mendocina radicada en Mar del Plata
POEMA A LA VICTORIA
Homenaje a Victoria Ocampo
Victoria
siempre con el discurso dispuesto
capaz de alegar el dogma
con delicadeza
del suicido moral
si se ausentara de sus ríos
el consejo
los vocablos disidentes
de mentores necesarios
inmanencia que la nombra
ella misma
fuera de las prisiones
que la realidad le invoca
elogia la oposición del género
por naturaleza
la verbal flagrancia masculina
que impulsa la necesidad
de tomar el verbo de las astas
y decir
en los aciertos y los yerros
soy mujer
con la libertad de los pájaros
transforma su riqueza interior
para parir primero la sanidad del alma
y luego el cuerpo
escribiendo
como la única manera de hablarse
y que el mundo entienda
movido el cordel de las turbas
de frente a las piedras
con la única aptitud que la alberga
el amor
victoria de la pasión
inmortalizada
con el temor
de no volver a ver la mañana
de no poder enrostrar sus plantas
con las manos
ni oír sus pájaros
en la villa verde y aromada
de no poder decir te amo
y diciéndolo
en cada palabra.
Pablo Rossi
Ricordando Victoria Ocampo nel giorno del suo compleanno
Ogni anno pubblico solo per i miei amici un libretto, non in vendita e tirato in qualche centinaio di copie, per ricordare momenti della vita di mio padre Attilio Rossi, pittore, grafico e organizzatore culturale, che visse a Buenos Aires dal 1935 al 1951, collaborò con Sur e lavorò a lungo dapprima in Espasa Calpe argentina e poi nella Editorial Losada, di cui fu cofondatore, come Direttore artistico.
Nel 2019 ho pubblicato, in occasione dei quarant’anni dalla scomparsa di Victoria Ocampo, il libretto intitolato “Attilio Rossi e Victoria Ocampo per una nuova cultura”. Ne ho estratto alcune parti per unirmi alle iniziative per il giorno del compleanno di questa grande protagonista della cultura.
Il testo comincia con l’arrivo di Attilio Rossi nel 1935 a Buenos Aires e con i suoi primi contatti con il mondo culturale argentino.
Uno di questi incontri è destinato ad assumere una dimensione e un peso molto importanti. Rossi entra infatti in contatto con la rivista Sur, che sta diventando, la testata culturale più importante dell’emisfero meridionale. L’incontro, propiziato da una lettera di presentazione di Cesare Zavattini, avviene con Victoria Ocampo e con lo scrittore Eduardo Mallea.
La data, lo ha raccontato lo stesso Rossi, è il luglio 1935, quando Sur diventa un mensile. Inizialmente, deve essersi trattato di un confronto tra il giovane italiano poco più che ventiseienne, portatore di una grafica moderna di matrice europea, e due delle personalità più in vista della intellighenzia argentina. Argomento: la veste grafica della rivista, soprattutto per quanto riguarda le copertine e il loro colore.
Dal marzo 1936 Attilio Rossi diventa il critico d’arte della rivista. E non lesina appunti ruvidi e stimoli energici a una scena artistica abbastanza cristallizzata. In questa attività un momento di rilievo è costituito da un articolo del gennaio 1937, in cui Rossi sostiene a spada tratta e con giovanile temerarietà l’importanza culturale e artistica della prima mostra di arte astratta da lui organizzata il mese prima alla Galleria Moody di Buenos Aires. L’articolo provoca polemiche così aspre di critici conservatori nei suoi confronti tanto che, nel marzo 1937, Eduardo Mallea interviene in sua difesa dalle colonne di Sur.
Rossi proseguirà la sua collaborazione come critico d’arte fino al settembre 1938, scrivendo anche articoli di ampio respiro come quello dedicato al Cuzco, la capitale archeologica del Sud America.
La conclusione del lavoro come critico di Sur è certamente dovuta alla crisi della Casa Editrice Espasa Calpe argentina, dove lavoravano insieme l’intellettuale spagnolo Guillermo de Torre e Attilio Rossi. Per almeno un anno Rossi era riuscito a far convivere la collaborazione intensa a Sur con la direzione artistica della Casa Editrice, per la quale aveva anche creato la famosa Collezione Economica Austral. Ma quando dalla Spagna, dove si sta combattendo la Guerra Civile, i franchisti riescono ad assumere il controllo di Espasa Calpe, i due con Gonzalo Losada e altri se ne distaccano e creano la Editorial Losada. E l’impegnativo lavoro per far nascere e crescere la nuova Casa editrice impedisce altre attività.
Tornando a Victoria Ocampo, Attilio Rossi le sarà vicino anche in altri momenti. Nel 1942 curerà il libro di Victoria 338171 T.E. edito da Sur e dedicato al leggendario Thomas Edward Lawrence, autore del libro cult I sette pilastri della saggezza. Rossi ha ricordato l’episodio: “Impagino 338171 T.E., il magnifico saggio di Victoria su questo personaggio inquietante, e disegno per la copertina le due scimitarre incrociate che diventeranno con garbata passione - comprensibile in chi si immedesima nel personaggio - una magnifica spilla d’oro e brillanti”.
A me invece non resta che riportare di seguito la dedica, che Victoria vergò su una delle prime pagine di questo elegante e raffinatissimo volume: “A Atilio (sic) Rossi, agradeciendole lo mucho che me ayudò para que este libro fuese fisicamente presentable. Con afecto Victoria Ocampo”.
I rapporti proseguiranno anche dopo il ritorno di Attilio Rossi in Italia, nel 1951. Lo stesso Rossi ricorderà un viaggio di Victoria in Italia nel 1956 insieme ad altri episodi del soggiorno argentino. Come membro della Commissione che organizzò l’iniziativa “Testimonios sobre Victoria Ocampo”, contribuì infatti con una propria suggestiva testimonianza intitolata “Omaggio a Victoria”, riportata nel libro Testimonios sobre Victoria Ocampo pubblicato nel 1962.
Iñaki Rubio
24/03/2020
Urgencia – A Victoria Ocampo
Urgías un lento escape hacia la lengua;
Para conocer, para modificar, para substanciar.
lo de mujer que existe en lo indómito y alejado
de la propaganda masiva.
Urgías Europa, tu tiempo fue el de la incomprensión
a la que hiciste frente; heredera de vocablos y contravenciones,
tu refugio fue el hogar de muchos que dibujaban términos,
decires, cantares.
Y así el tiempo, tu refugio y tu proeza vuelven,
como vuelve el deseo de ser lengua y preguntarse
el porqué de la urgencia.
Delia Sosa
Rafaela, Santa Fé
Su nombre: Victoria, sinónimo de triunfo, ganadora en su tiempo.
Luchadora, avasallante, no había obstáculos que la detuviera.
Tuve oportunidad de conocer “Villa Victoria”, la casa de Mar del Plata y visitar varias veces la residencia “Villa Ocampo” de San Isidro.
Como simple visitante memorizaba cada rincón, cada piedra, cada planta de este último lugar. Me preguntaba en que banco se sentaba con frecuencia, cuántas veces habrá comparado las sombras de las palmeras y controlado el crecimiento del jardín.
En el interior, los sombreros eran testigos de su elegancia. Los estantes repletos de libros me invitaban a indagar cuál habría seleccionado, cuántos habría rechazado.
El piano también tendría secretos. Celosamente los escalones habrían grabado el eco de sus pasos firmes, seguros… apresurados en la juventud, más lentos al final.
Mientras escuchaba atentamente las explicaciones de la guía, giré hacia un costado y descubrí sus anteojos. Entonces soñé que desde ese estante observaba si todo estaba como ella lo había dejado.
Si nuestras miradas se hubiesen cruzado, dudé si podría balbucear alguna palabra pero sí me detendría a descubrir su mundo interior, que no había sido de palabras solamente, sino de aventuras, sentimientos enfrentados, alegrías y tristezas…
Vic – to – ria … nombre fácil de deletrear, difícil de olvidar.
Multifacética, fue la fundadora de la revista Sur, promotora cultural, defendió el feminismo sudamericano, lo confirmó en una carta dirigida a Virginia Woolf (Madrid, diciembre 1934) cuando le comentaba “Mi única ambición es llegar a escribir un día, más o menos bien, más o menos mal, pero como una mujer…” pero por sobre todo: presencia fundamental en las letras argentinas.
Beatriz Vedoya
LO QUE VICTORIA OCAMPO ME ENSEÑÓ PARA UN TIEMPO DE PANDEMIA
Ya con este título pensarán que nada tiene que ver una mujer como ella con la Pandemia.
Voy a tratar de desarrollar lo que Victoria me está enseñando en estos momentos de desgracia global. Les cuento que cuando nací me iban a llamar Victoria. Justo había terminado la II Guerra Mundial pero luego alguien lo desechó y quedó Beatriz.
Leí sus Testimonios en mi juventud. Me identificaba con ella desde lo profundo. Subrayaba frases, les hacía agregados en los bordes, o signos de interrogación y exclamación. En mi madurez escribí mi autobiografía y cuando tuve que relatar la muerte de dos hermanos jóvenes vino en mi alivio una frase de Victoria. Una hermana menor de ella, su preferida, muere a los 12 años y esto es lo que Ocampo escribe: “… me pareció que tocaba fondo, que por primera vez llegaba a la terrible realidad de las cosas. La comunión con el dolor compartido era otra gran realidad que me salía al paso. Ya no era yo, era mi madre, mi padre, mis hermanas, las niñeras, las tías, la muerte, la vida…” Eso de reconocer en su escritura egotista la necesidad de los otros, fue para mí una gran lección. Lo es también en tiempos del COVID 19, un virus desconocido y contagioso. Pero he aquí que en lugar de ayudarnos unos a otros con la cercanía, con la comunión, se nos pide lo contario. #Quédate en casa, no salgas. ¡Qué paradoja! Y Victoria lo hubiera hecho porque la humanidad de Victoria hubiera entendido perfectamente esta vuelta de tuerca.
También aprendí a leer desde muy pequeña y disfrutar de la lectura como ella. Los libros, como la poesía, fueron salvadores para Victoria y para mí, un lujo espiritual. Pionera en el autoconocimiento de sí misma, relató sin tapujos sus sentimientos, sus emociones. La sinceridad y verdad en lo que escribía hacían que se aclarara su propio yo y se extendiera el conocimiento de lo ignorado. Victoria, al escribir, quiso armonizar su inteligencia, de la que dudaba, con su corazón que buscaba ternura verdadera. Leía mucho a Virginia Woolf, otra adelantada en este tipo de escritura.
Así, se dilata y se ensancha mi alma cuando leo, liberándome de la esclavitud del no saber. De alguna manera la leer me hace atenderme y amarme. Como ella.
Hoy estamos aislados, con angustia y extrañeza. Miles de personas mueren por día. ¿Cómo interpretaría y relataría Victoria esta situación? Imagino así: “Y un día el planeta se vio envuelto en un vestido azul, desteñido, ajado. Algo era raro. Respiraba un aire viciado, no escuchaba los cantos de la Naturaleza tan amada por mi, no veía claridad en los ríos… Cansada la tierra de nuestro maltrato y contaminación decidió ponerse en modo pausa. Antes, nos dejó adentro un enemigo mortal para recapacitar hasta que todo volviera a ser mejor que antes”.
El poema de Virgilio, que Victoria conocería, escrito entre los años, 29-19 AC, narra la experiencia de Eneas que luego de destruir Troya regresa a Italia triunfante. Pero el viaje es tan azaroso que bien puede asemejarse a este tiempo. Lo destruiremos al virus, pero antes nos pasará como a Eneas. En alguno de los cantos de la epopeya dice: “… perdido en la noche andaba a oscuras…”
Así estamos. A tientas. Los médicos, los científicos, los economistas, las fuerzas de seguridad, los que trabajan en lugares de comida… Miles de cuestionamientos se haría Victoria. No soportaría ver nuestros corazones que andan solos, con la ternura a la distancia. La soledad es una herida incurable, decía el Cardenal Ratzinger. Por eso Victoria intentaría no estarlo. Ofrecería su casa, sus contactos, sus consejos. Sabemos que su vida social fue amplia y fructífera. Sentiría como nosotros que hemos entrado en un túnel y no conocemos el final. “Amo mi Planeta, no quiero verlo desolado”, podrían bien ser palabras de Victoria para alentarnos. Mientras, ella cuidaría con esmero el jardín de la casa donde tuvo que hacer la cuarentena. Pienso que por momentos se hubiera revelado y hubiera ofrecido consejos por los medios de comunicación a : políticos, médicos, a nosotros…
Como en todo, la esperanza permanece. Imagino, luego de mucho tiempo, una conversación con ella por WhastApp contándome que tuvo un sueño de dicha. Esto me dice: “Escuché un coro de ángeles decirme: …. no tengas miedo, saldremos de esto como se salió de guerras y epidemias anteriores. Mi cuerpo se estremeció en la cama un poco porque me dolía el precio a pagar y otro por incrédula. Pregunté con voz baja “¿Dónde estoy?” Estás en un jardín, repitió el coro varias veces”.
Entonces, ¡¿ya está listo el jardín vestido de azul bonito?!
Quedé atónita. No sabía qué decirle y mis ojos comienzan a visualizar su majestuosa casona veraniega en la ciudad de Mar del Plata, como majestuosa fue ella que la habitó y cuidó. Donde la naturaleza se impone limpia, transparente, con sus árboles, sus plantas de flores coloridas y el bello canto de los pájaros.